miércoles, 12 de febrero de 2014

En el seminario de bibliotecas escolares de Cáceres: el uso pedagógico de la biblioteca escolar

La semana pasada tuve la oportunidad de volver a Cáceres, pasear por su magnífico casco histórico y tomar un café con Ana Nebreda, la más entusiasta conocedora de bibliotecas escolares que conozco y a quien agradezco enormemente la invitación. De allí me traje sus sabias recomendaciones y su petición de sustituir mi frase "La biblioteca soy yo" por "Mi maestro es una biblioteca".
Se trataba de charlar sobre el uso pedagógico de la biblioteca escolar y no pude evitar decir que era como bailar con la más fea, aunque sea educadamente incorrecto decirlo así. Probablemente, además de incorrecto sea hasta inexacto no sólo porque la belleza es subjetiva sino porque el uso pedagógico de la biblioteca escolar pasa por ser su principal y más bella función idealizada, y sin embargo, es la eterna olvidada.
Ya no ando en muchas ocasiones con presentaciones, sobre todo para estos casos en que se puede charlar e ir de un asunto a otro porque he descubierto tardíamente que el orden lógico no tiene que corresponderse con el orden cronológico y los temas van surgiendo de aquí y allí. Así que a pesar de tener mi itinerario, que expondré ahora, sabía que iba a dar tumbos y no me importaba.
Quería no ya recorrer un camino sino seguir en idas y vueltas los senderos que se bifurcan.
Comenzamos por plantear el problema. Aquí el mayor problema es la resistencia: todos encuentran excusas para no usar la biblioteca pedagógicamente: es que no hay nada, es que se pierde mucho tiempo, es que se arma mucho follón, es que no sé cómo hacerlo, es que tengo que cumplir el temario...y entre tantos esques, se pierde más de un siglo en nuestra historia bibliotecaria desde que se plantean seriamente los usos pedagógicos -cierto que con otro sentido- hasta hoy en que casi nos encontramos en el mismo punto o peor, entre otras cosas porque la gente no acaba de saber lo que es una biblioteca escolar.
Y aquí salté a un punto clave para disolver estas resistencias: ¿qué es una biblioteca escolar?. Si seguimos con la idea de que la biblioteca es ese sitio de los libros, pues lógicamente, por mucho que se haga, las resistencias no ya continuarán, sino que aumentarán por cuanto los ordenadores y aparatos reproductores conectados parecen haber quitado la esencia a la biblioteca sea escolar o pública.
No puedo entrar en más disquisiciones aquí pero para mí el problema está resuelto desde siempre porque la biblioteca no es una cosa, es una fórmula con al menos cuatro variables paradójicamente constantes o mejor dicho, fijas, cuyo valor varía a lo largo de la historia pero que aseguran la eternidad de la biblioteca escolar, como de la biblioteca pública.

La biblioteca escolar eterna


En muchas ocasiones se habla de una redefinición de la biblioteca escolar, pero en realidad no es más que el efecto de los cambios de sus variables que son siempre las mismas. Para mí la biblioteca es el resultado de una fórmula. Y no es un invento, hay múltiples pruebas históricas más o menos recientes que demuestran que la biblioteca escolar ha sido ese conjunto siempre, no una sola cosa, no un simple espacio.
Quienes hablan o hablamos de los cambios de la biblioteca, no nos damos cuenta de que en realidad sigue siendo la misma sólo que adapta su metamorfosis a la realidad.
Pongamos la fórmula:

BIBLIOTECA=EQUIPO+RECURSOS+ESPACIOS+SERVICIOS

Y pongamos ahora que el valor constante es siempre cien. Lo único que cambia es el valor de las variables que la conforman. Habrá momentos en que valgan más los recursos, como ocurría antes en que los libros eran un bien escaso y tenerlos suponía un poder. Esos libros, que eran naturalmente físicos, necesitaban un espacio y ese espacio cobraba un valor extraordinario. Hoy que todos los recursos o la mayoría están casi a disposición de la humanidad -quién sabe si dentro de poco ocurrirá al revés con la pérdida de libertades y de la igualdad social-, bueno, no casi, tal vez sólo a disposición de una aprte de la humanidad, sobre todo del primer mundo -pero en cualquier caso, más disponibles- es lógico que se haya producido un giro hacia el valor de los equipos humanos y más aún hacia el valor de los servicios, que podemos decir, constituyen hoy el valor de futuro más sólido de la biblioteca escolar.
De esta forma, a partir de la constante cien, encontramos etapas en que cada valor fluctúa a pesar de que el resultado pudiera ser el mismo. Por esa razón estar en el aula, en la biblioteca o en el gimnasio, es irrelevante, porque el valor fundamental de la biblioteca es el servicio. No obstante, el espacio conserva algo de valor y de hecho yo siempre pongo el ejemplo de bibliotecas que se han digitalizado casi totalmente y sin embargo, continúan funcionando como espacios físicos, presenciales.
El problema del uso pedagógico de la biblioteca escolar es que un servicio de información o de conocimiento continúa y continuará siendo imprescindible. El profesorado, sea especialista en materias de secundaria o sea especialista en generalidades de primaria, no deja de ser especialista, como dijo alguien, y muy raramente sabe cómo articular un proceso de conocimiento informacional. Y ahí está el quid de la cuestión: una labor extraordinaria para la que la catalogación sirve poco, porque el servicio fundamental de la biblioteca escolar hoy es ayudar al desarrollo pedagógico de los procesos del conocimiento, algo a lo que habría que dedicar en el centro escolar alguno o algunos especialistas: sí, justo ellas (o ellos), las bibliotecarias y bibliotecarios escolares que tienen una misión más de formación que de catalogación hoy en día.
Todo esto nos lleva al ideal más complejo de un buen uso pedagógico de la biblioteca escolar que desemboca en la gestión de una arquitectura del conocimiento, otro valor eterno de la biblioteca en el que por el contrario, no puedo detenerme ahora.
Sin embargo, no quería terminar con este enunciado tremebundo (¿gestión de arquiqué del conocómo?) sino lograr todo lo contrario: demostrar que el uso de la biblioteca escolar es muy accesible si se quiere hacer poco a poco y de distintas formas; sobre todo, que no sean con la obsesión de los proyectos, gran logro, pero no única posibilidad. Efectivamente, existe toda una panoplia de usos pedagógicos de la biblioteca escolar que no tienen que ser etiquetados como proyectos y que por su flexibilidad no necesitan de mucho tiempo. Lógicamente, a más tiempo, más posibilidades de explotación, pero no necesariamente de aprendizaje ya que los proyectos complejos a veces ocultan la dispersión irregular del uso pedagógico.
Contamos con muchas posibilidades de abordar pedagógicamente la biblioteca escolar, además de magníficos proyectos: bibliotecas tutorizadas, tertulias "dialógicas", aprendizaje servicio, aprendizaje basado en problemas, espectáculos, talleres de usuarios, dioramas, infografías y carteles, storytelling didáctico, guías de lectura, exposiciones, itinerarios lectores, guías informacionales y de PLE, centros de interés...
Y para demostrarlo, terminamos la sesión con un taller de falsos libros.

Taller de falsos libros


Aunque pudiera hacerse digitalmente, me empeño en hacerlos manipulativos, manuales, rústicos, con sus tijeras, su boli y su pegamento. Se trata simplemente de realizar la cubierta de un libro que no existe ni va a existir nunca y pegarla sobre un soporte (un libro en desuso o un corcho). La idea se la oí en una charla a Mariano Coronas, el maestro bibliotecario maestro de bibliotecarios, y me he dedicado a ella haciendo un taller que repetiré en varios sitios, donde pueden recorrerse muchos aprendizajes: desde redacción de géneros discursisvos como la sinopsis o los titulares, a principios fundamentales del diseño gráfico, la técnica publicitaria o el lenguaje visual.
Así que ahí nos pusimos a hacer nuestro bocetos después de discutir algunas cuestiones sobre las cubiertas, sus partes y su buen o mal diseño, así como su adecuación a los distintos tipos de libros, porque hicimos desde un catálogo de novias a un ensayo sobre la pobreza pasando por la historia del baloncesto. Entramos luego a repartir las zonas de las pastas, elegir colores y formas, además del motivo icónico central y los añadidos como el logotipo, la información adicional o el código de barras.
Todo un trabajo sencillo que podemos complicar todo lo que queramos y que podemos realizar de infantil a universidad tal vez empezando la casa por el tejado, pero ¿quién ha dicho que en educación algo no sea posible?

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