martes, 13 de abril de 2010

La biblioteca escolar: ¿un barco amarrado a puerto?



Acabamos de terminar felizmente un curso como tantos otros de este año. Y digo "felizmente" porque una de las sensaciones con que termino últimamente los cursos deriva de la felicidad de la gente que asiste. No podemos negarlo: somos felices con la lectura, con nuestra biblioteca -a pesar de todo, todo y todo- hasta tal punto que cursos como estos sólo nos hacen más felices.
Para experimentar esa felicidad sólo había que cumplir dos condiciones: o haber asistido al curso, o haber visto las caras de los asistentes. Y eso que hemos repasado todos y cada uno de los puntos previstos sin hacerle ascos a la crítica y a los puntos débiles, pues aún así, hemos disfrutado.
Lutgardo, Almudena y Ángeles nos han hecho disfrutar como alumnos y alumnas sin dejar de ser profesores y profesoras. Comenzamos presentándonos en un ambiente distendido, tras la inauguración de la exposición de cómic. Cada cual expuso su situación personal y profesional en torno a la biblioteca. De moderadores, los ponentes pasaron poco a poco a enumerar los principios teóricos y enseguida a desentrañar las múltiples, variadas, imaginativas y enriquecedoras actividades que hacían. Hemos tratado fundamentalmente cuatro bloques de la dinamización: animación a la lectura, taller de usuarios, relación biblioteca pública - biblioteca escolar e implicación de las familias: devoralibros, caramelos para leer, razones para leer, el lectaurante, el bibliojuego, periodistas en acción, debate parlamentario, maletas viajeras, cuentacuentos, cuento viajero, clubes de lectura, tren de lectura, centros de interés, guías de lectura, ayudantes de biblioteca, supervivencia en la biblioteca... Y tantas, tantas otras actividades. Pero ¡cuidado! No como una sarta de jolgorios o payasadas, sino como una muestra de unos objetivos que se desgranan, una secuencia que se ejecuta, un debate sobre sus logros, sus dificultades y sus propuestas de mejora y adaptación. O sea, un curso pegado al pie de la letra, una carrera muy rápida sobre los obstáculos de la lectura.
Conocí a Lutgardo personalmente en octubre en la reunión de la AAB en la que me empeñé en lanzar la idea de la Biblioteca Continua. Hoy, hemos terminado como debía ser: cenando juntos y deseando que esta vida de maletas llenas de libros, cachivaches e instrumentos musicales (así los he dejado caminando hacia el tren) nos vuelva a poner a los cuatro otra vez en el mismo camino (y ya tenemos planes para ello).

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