domingo, 18 de mayo de 2008

Una novela anidada

Leí hace mucho tiempo un libro aparentemente normal. A las pocas páginas, las líneas se hicieron gruesas y adquirieron las consistencia de una cubierta.





La abrí. Y al continuar la lectura, vi en su interior un nuevo macizo de hojas anidadas.






Pensé que perdería el contacto con la tierra sobre la que estaba leyendo.



En ocasiones perdí la noción de mi destino. Creí que nunca alcanzaría el final, que nunca caminaría hacia el final, que nunca lograría leer el final.




Y así fue. Leí sobre escritores que escribían historias que trataban sobre escritores que publicaban la historia que yo estaba leyendo. Pero no conseguí averiguar el final. Sí, llegué absorto hasta la última página. Sí, ya sé que no debo obsesionarme con el final. Sí, terminé de leer el libro.



El final no siempre coincide con la última página. Sí, terminé de leer el libro.
¿Pero qué historia estaba leyendo yo? Aún no lo sé.




Paul Auster, La noche del oráculo.

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