domingo, 26 de agosto de 2007

El tamaño importa


Hace unos años un compañero consiguió levantar las risas de todo el alumnado confesando que le gustaban gordas, muy gordas. Naturalmente, se refería a las novelas. Estarán todos de acuerdo en que la anécdota demuestra algo muy importante: en literatura, el tamaño importa (si no, que se lo digan a Cervantes, que estiró El Quijote de novela ejemplar según algunos hasta darle el tamaño que se merecía ¡y con dos...partes!). Por mucho que se quiera, los cuentos siguen teniéndose por cosa infantil y apenas arrancan puestos a novelas a veces gordas, grandes, descomunales. Las flacas, cortas y esmirriadas son miradas de soslayo como poca cosa en este afán desmesurado por el tamaño (lo cual no deja de resultar contradictorio en una cultura –la hispana- con un nivel lector deficitario). Parece como si en lugar del aurea mediocritas, se adorase el area mediocritas, o sea, ni novelones ni cuentos, cosa medianita.
Sin embargo, últimamente en la lengua de Gracián, no es extraño que se abran paso obras mínimas, recogiditas, breves, brevísimas: micorrrelatos, por ejemplo.
El de Augusto Monterroso, presentado como el cuento más corto de la Historia de la Literatura española, se ha hecho famosísimo.

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Incluso ha dado lugar a sesudos estudios.

José María Santos, compañero de nuestro Centro y agudísimo lector, escribió por su parte una versión canalla, más actual y realista:

Cuando se despertó, su mujer todavía estaba allí.

Aunque el androcentrismo es manifiesto, no resulta complicado imaginar una versión hembrista:

Cuando despertó, su marido todavía estaba allí.

Debemos a José María también haber encontrado el correspondiente en poesía, el poema más breve, titulado Historia de los microbios y que dice:

Adán los tenía.

Sin embargo, parece que se trata de una traducción, de manera que no es originalmente español.

Otros pretenden ganar en brevedad dentro de subgéneros, ejemplo que ocultamos por su alto contenido erótico.


Para aquellos que echan de menos la métrica, tenemos un ejemplo antiguo:

Al rico helado de piña
Para el niño y la niña.

Igualmente, cabría plantearse si existe el ensayo más breve de la historia. Ser o no ser, es traducción además de fragmento. Sin embargo, si pensamos detenidamente, encontramos que Cogito ergo sum -Pienso, luego existo-, no es un fragmento sino el auténtico ensayo de Descartes ya que lo demás es un simple comentario. Conviene, pues, al cartesiano el honor del ensayo más breve. Para buscar en español, no faltan muestras numerosísimas en el refranero de una agudeza notable (para muestra, un botón):

Al pan, pan; y al vino, vino (exquisito tratado sobre el nominalismo)

¿Y el teatro? ¿existe la obra de teatro más breve de la historia?
Luis Felipe Lomelí escribió un cuento para competir con Monterroso, titulado El emigrante, que más bien podría pasar por la primera obra de brevísimo teatro:

- Olvida usted algo?
- Ojalá.

Hasta nosotros nos hemos animado a competir haciendo el monólogo más breve de la historia:

- Pues anda que tú.

En textos tan escuálidos la verdad es que se pierden las fronteras de los géneros.
¿A qué género correspondería este haiku de Issa? (Sí, ya sabemos que es un haiku).

Voy a salir,
Disfrutad del amor
Moscas de casa

En la literatura oral, dichos, refranes y chistes hicieron siempre el papel de los hermanitos pequeños, lo curioso es que ahora, es la literatura escrita la que quiere competir. Los tiempos del Libro gordo de Petete han pasado a la Historia.


Señoras y señores, bienvenidos a una nueva corriente: la Nanoliteratura.

(Qué cosas, es más breve y tiene el nombre más largo)



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